miércoles, 16 de abril de 2014

la cortina roja se enciende al detener el sol de una tarde de abril. afuera,  unas palmeras se agitan con el viento suave por detrás de la tela, asemejan dedos,  largos y finos dedos jugando, arrojando sombras chinescas.  a veces,  sin anteojos el mundo se ve mejor. 
me abandono en el par de dedos que acarician mi frente,  mis ojos se abren y cierran una y otra vez , al cerrarlos, la cortina sigue allí, por debajo de mis párpados , decido dejarme llevar, si me duermo quizás continúen centelleando sus reflejos rojos. en mis sueños.

lunes, 14 de abril de 2014

sentarse a comer solo en una estación de servicio,  un espacio sin dueños,  solo gente en tránsito que entra, y desaparece.
por la noche,  anclado por un instante sobre una mesa,  invisible.
un programa frívolo en la tv,  una moto afuera que acelera,  y los recuerdos de un día que decanta adentro mío por debajo de la piel, reflejados sobre las botellas de este paraíso urbano.  

aquí los tiempos se miden en vasos de coca, el mío ya vacío dictamina la vuelta a casa,  quizás, hasta una nueva breve pasantía.

domingo, 13 de abril de 2014

un sillón a rayas, una casa bien decorada, decorada para intuir la perfección de una ficción, donde cada cosa esta en su lugar cuando en la realidad las cosas no lo 
están tanto, me senté cómodo, en coma digestivo, en coma auditivo, después de una viva charla de almuerzo, con monólogos poblados por enredados hilos de relatos del pasado, de gente ya extinta en pueblos fantasmas, que merodean en anécdotas como si ahora vivieran solo en ese mundo, el que escupen los labios de los comensales.
un almuerzo entretenido y frívolo, como es la vida.
a veces.