la cortina roja se enciende al detener el sol de una tarde de abril. afuera, unas palmeras se agitan con el viento suave por detrás de la tela, asemejan dedos, largos y finos dedos jugando, arrojando sombras chinescas. a veces, sin anteojos el mundo se ve mejor.
me abandono en el par de dedos que acarician mi frente, mis ojos se abren y cierran una y otra vez , al cerrarlos, la cortina sigue allí, por debajo de mis párpados , decido dejarme llevar, si me duermo quizás continúen centelleando sus reflejos rojos. en mis sueños.